El grupo de WhatsApp del trabajo, el de la familia, los amigos, compañeros de la oficina, el de la escuela de los hijos, el de las mamás de los compañeros de las actividades extraescolares y todos los que se sumen a la lista pueden derivar en una carga excesiva de estrés, coincidieron expertos en sicología, relaciones personales y coaching laboral.
Si bien el uso de esta herramienta facilita el contacto directo con las personas, la espera de respuestas de manera casi automática genera estrés tanto para quien manda el mensaje, como para quien lo recibe.
“Dejar una hora el celular en la bolsa es sinónimo de que cuando lo revise tenga mensajes desde mi mamá, el jefe, de la escuela de mis hijos, el esposo y encima comienzan a llamarme porque no les doy respuesta”, dice Gloria Martínez, ejecutiva de una empresa transnacional.
La sicóloga Karina Badillo opina que el WhatsApp brinda información muy interactiva y útil, pero también puede potenciar los deseos de control de algunas personas de manera desbordante.
Explicó que al hablar de mensajería instantánea a veces hace suponer que el otro responderá inmediatamente a lo que contamos o preguntamos, por lo que si la necesidad o el deseo de recibir una respuesta o un comentario es muy grande, el WhatsApp puede convertirse en una fuente de preocupación y agobio.
Lo anterior lo confirmó un estudio realizado por la Universidad de Kent State de Ohio, publicado en la revista Computers in Human Behavior, donde concluyó que el uso de este tipo de chats en los dispositivos móviles puede traer consigo bajos niveles de satisfacción y ansiedad.
Los expertos siguieron la actividad diaria que tenían 500 estudiantes con sus celulares, sobre todo en aplicaciones como Twitter y WhatsApp y esos datos fueron comparados con los niveles de satisfacción y ansiedad que estos individuos sentían, y con las notas académicas que habían obtenido tanto en cursos pasados como en el actual.
Así fue como constataron que “el uso constante de un teléfono inteligente y de sus servicios de mensajería influyen de forma negativa en los estudiantes. La constante fue la siguiente: Quienes usaban estas aplicaciones con más frecuencia tenían más ansiedad, poca satisfacción y notas más bajas, a diferencia de quienes usaban menos su celular”.