Cuando Julio César Urías lanzó un sexto inning perfecto con dos ponches por los Dodgers ante los Medias Rojas de Boston el martes en el Juego 1 de la Serie Mundial, se convirtió en el lanzador más joven de Los Angeles en tirar en un partido del Clásico de Otoño desde que su compatriota y también zurdo Fernando Valenzuela ganó el Juego 3 de la Serie Mundial de 1981-exactamente 37 años antes del debut de Urías en el Clásico.
Urías, de 22 años de edad, hizo su debut en Serie Mundial en el Juego 1 contra los Medias Rojas tras ser agregado al roster de los azules para la Serie de Campeonato de la Liga Nacional y seguir en el plantel para esta última ronda de la postemporada.
El sinaloense regresó al montículo este año por primera vez desde que fue operado del hombro izquierdo a mediados del 2017.
Valenzuela, a sus 20 años, cerró con broche de oro su temporada de novato y la “Fernandomanía” de 1981 el 23 de octubre en el Juego 3 de la Serie Mundial por los Dodgers vs. los Yankees.
Con Los Angeles abajo 2-0 en la serie, Valenzuela empezó algo tambaleante al permitir cuatro carreras en los primeros tres episodios del encuentro en el Dodger Stadium. Pero el manager Tommy Lasorda dejó en el partido al sonorense, quien premió esa confianza con 6.0 ceros de ahí en adelante para lograr el juego completo y una victoria por 5-4.
Los Dodgers ganarían los siguientes tres choques para coronarse campeones de las Grandes Ligas.
Y es que en el primero del Clásico de Otoño las actuaciones de Clayton Kershaw y Chris Sale resultaron breves. El duelo entre el as de los Dodgers y el de los Medias Rojas resultó simplemente decepcionante.
Ninguno pudo sacar un solo out del quinto inning, en lo que fue apenas la cuarta vez que los dos abridores de un primer juego del Clásico de Otoño se marchan tan pronto. Ello no había ocurrido desde 2004, también en el Fenway Park.
Había pasado mucho tiempo desde la salida de Kershaw de los Dodgers y de su rival Sale cuando Boston selló su triunfo por 8-4.
Pero en postemporada, los duelos de bullpens se han vuelto predecibles. Y las aperturas de cuatro episodios parecen el nuevo estándar.
Durante un siglo, los ases del montículo eran las luminarias del béisbol. Ocupaban el montículo del primer juego de la serie como si ello les correspondiera por derecho divino y no se marchaban tan fácilmente.
Tan sólo hay que pensar en Bob Gibson hace 50 años, cuando lanzó una blanqueada de cinco jits por San Luis ante Detroit. Aquella labor impresionante incluyó 17 ponches y ningún boleto.