El descontento social está instalado en buena parte de Europa. En los últimos días, miles de ciudadanos en seis países se han manifestado para exigir la renuncia de sus presidentes.
En Portugal, más de 14 mil personas alistan una movilización para el próximo viernes con el fin de demandar mejores servicios sociales y reducción de impuestos, bajo el nombre Stopper Portugal.
Ante lo cual el gobierno anunció el despliegue de elementos policiales para hacer frente a los manifestantes.
La policía llama a todos los ciudadanos que decidan manifestarse a “hacerlo en forma pacífica y respetando la ley”.
La ira comenzó en Francia el 17 de noviembre con el movimiento de los chalecos amarillos, indignados por el alza en los combustibles.
En el país galo, los ciudadanos se han manifestado por cinco fines de semana consecutivos pese a los intentos del gobierno por frenar la situación.
La molestia ciudadana se extendió a Bélgica. Miles de personas marcharon en Bruselas contagiadas por el ánimo francés, en medio de un intenso operativo que dejó 450 detenidos.
La furia se asentó también en Hungría, donde por cinco días seguidos, los ciudadanos reclamaron la renuncia del primer ministro, Viktor Orbán, quien aprobó una ley que permite a empresarios pedir hasta 400 horas extras al año a los empleados.
En Serbia, el detonante de las protestas del fin de semana fue un ataque brutal contra el líder de izquierda, Borko Stefanovic.
En Albania, los estudiantes se manifestaron a principios de diciembre contra el primer ministro Edi Rama y la pobreza generalizada.
Ante esto, el presidente ruso, Vladimir Putin, afirmó que no permitirá que la ola de los chalecos amarillos se extienda en su país.
“Lo que se observa en casi todas partes de Europa es un nivel creciente de disgusto e inquietud”, explicó el sociólogo Dieter Rucht a la cadena alemana ZDF.